Tirsa Caja
Tirsa Caja. Transcurre por los días que nunca tienen las suficientes horas para caber en ellos e intenta ganarle tiempo al tiempo madrugando. Es su momento: el más lúcido, el más virgen. Y entre tanto trabajo, tantas obligaciones y tantas devociones (no resueltas) encuentra siempre un hueco para la poesía. Mientras cocina escribe, mientras conduce escribe. Cuando en los carrefures se siente inmensamente sola en la línea de cajas le entran ganas de escribir en el reverso de los tickets poemas de amor y desamor. Los más queridos nombres (Amargord ediciones, Madrid, 2011) es su primer poemario.
Cómo vas a saciarte, tan porosa.
Las cosas te atraviesan y se van.
No puedes tener siempre
el corazón de esponja
y beberte de un trago
el agua y sus aristas de cristal
Quién mientras importabas
te hizo creer que eras imprescindible
T. Caja
Qué eres.
Sangre y semilla. Ombligo.
Para ti, centro de ti, se pensó el universo.
Para ti
se conjuntaron las casualidades,
la evolución dio un salto
hasta la cama de tus genitores.
Si supieras que estás por un olvido,
por nada, porque si, por un instante
del azar descuidado.
No has de quebrar el orden.
Por más que te complazcas en pensarlo
las órbitas no van a desviar
sus trayectorias.
.
Dicen que hay hombres
que con la amanecida abandonan su lecho
y, fieles a la esposa, su perfil en la almohada,
salen con las escarchas a los parques
al encuentro de un amor vertical
y no median palabra,
el sexo abandonado a una mano sin rostro.
También hay árboles.
Y en la casa ya el olor a café.